No es que se trate de un problema nuevo, ciertamente no. La Universidad lleva ya varios años viendo cómo el tamaño de las plazas de aparcamiento dibujadas en los parkings se van quedando, literalmente, pequeñas. La razón es sencilla. No sólo es que hay más coches porque los alumnos y profesores prefieren esta opción a la del autobús o la bicicleta, sino porque cada año los coches de los nuevos alumnos son más grandes.
Cuando el Campus fue diseñado se hizo pensando en el tamaño tipo de los coches que usaban sus estudiantes, por aquel entonces pocos, y con vehículos viejos o pequeños (piénsese que estamos hablando de SEAT 127, Pandas y coches del mismo tamaño). Sin embargo, en los últimos años, los estudiantes se han pasado a los Audi A4, Mercedes Clase S y todoterrenos de tamaño supergigante.
Ante este cambio sustancial en los gustos y el poder adquisitivo de estudiantes y, por qué no decirlo, de profesores, el Consejo de Gobierno de la UAL ha estado sopesando diversas opciones. La primera fue repartir de manera más homogénea los estudiantes entre la mañana y la tarde, pero esta propuesta cuenta de salida con el rechazo del personal de Administración y Servicios (PAS) y del propio profesorado, que no estarían dispuestos a acudir por las tardes a sus puestos de trabajo. Otras opciones pasan por establecer tamaños máximos de vehículos (lo que tampoco contaría con el beneplácito de profesores y administrativos) o por pintar las plazas más grandes, lo que implicaría una menor disponibilidad de plazas de aparcamiento y el consiguiente cabreo de todos.
Parece ser que el Rectorado está considerando dilatar cualquier decisión hasta después de Navidades, cuando un importante número de estudiantes suele desistir de su carrera y se suaviza el problema.
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