Fulgencio Peláez, vecino de la capital, fue interceptado anoche por la benemérita en un control rutinario. Ante el manifiesto estado de embriaguez del sujeto, los agentes le intentaron hacer soplar en el medidor que las patrullas llevan al efecto.
Sin embargo, el señor Peláez, a la sazón cuasilicenciado en derecho (sólo le restan las dos asignaturas de procesal), insistió a los agentes para que el análisis le fuera realizado en un centro universitario con material de laboratorio específico. Los agentes, temerosos de que el sospechoso fuese algo más que un borracho ilustrado, no se negaron y se personaron con el interfecto en las instalaciones del Laboratorio de Química Inorgánica de la Universidad de Almería.
Dado lo tardío de la hora sólo pudieron encontrar allí a una becaria en turno de vigilancia de las reacciones, la cual, muy nerviosa y tras buscar en Internet el procedimiento, por fin efectuó la medición. Como era de esperar Peláez superaba varias veces el grado de alcoholemia permitido por la ley, por lo que fue multado y conminado a no conducir hasta que se encontrase en mejores condiciones.
Sin embargo, el episodio no terminó ahí, ya que Fulgencio Peláez insistió en que el grado exacto fuera certificado por la universitaria, la cual se negaba al no tener autorización del Departamento para dichos menesteres. Finalmente, y ante la actitud crecientemente violenta del borracho, no tuvo más remedio que hacerlo.
Mientras se lo llevaban esposado al cuartelillo, Fulgencio Peláez no paraba de gritar que era el primero que tenía un título de Grado por la Universidad de Almería, sin que nadie entendiera a qué se refería.
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